lunes, 25 de julio de 2011

De nombres y de hombres, parte IV: gracias a la luz del faro


A fines de 1930, cuando Monte Hermoso aún "no podía ser considerado una población estable", o bien "parecía un oasis rodeado por montañas de dunas batidas por los vientos del mar..." y cuando todavía no se habían loteado las tierras para proceder al establecimiento del pueblo que da origen al balneario, la población sin acceso al "glamoroso" Hotel de Madera disfrutaba de la playa acampando al este del hotel, en las cercanías del Faro Recalada, que servía a los navegantes desde 1906. 

Es en torno al Faro, testigo fiel y silencioso, donde empiezan a establecerse las primeras casillas de madera que inauguran la actual Villa Recalada y donde nace el Rancho Grande, primer parador de servicios de playa que pronto da lugar a la quinta Caballero, un vergel de membrillos y vid rodeado de tamariscos que protege de las importantes tormentas de la zona, lugar privilegiado para la pesca deportiva y la recreación veraniega que empieza siendo una suerte de camping para convertirse durante la década del 70 (ver en este blog prehistoria de Villa Caballero) por ánimo de Don Timoteo (ya anciano) en barrio de playa. 

Timoteo Caballero permitió que sus amigos, un grupo de inmigrantes europeos que como él sabían más de pérdidas, añoranzas, esfuerzos y trabajo que de placeres mundanos encontraran un lugar en el mundo para disfrutarlo como una suerte de tesoro veraniego. Así como su querido faro, alrededor del cual vivió por más de cincuenta años, él también sirvió para iluminar sus vidas...

 

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